¡Despertar! Al principio de mal humor producto de dormir poco. Cinco horitas con dos cortes: una llamada de teléfono misteriosa, en la cual mi interlocutor jamás contestó a mis ponzoñosos "holas", y el timbre.
Siguientes horas de excitación. Preparativos y cosas que se olvidan en el medio de la aventura. Camino a Otamendi, con tres personas dentro de una camioneta y sobre una balsa. Cuatro seres en busca de un respiro, de libertad, en busca de un "re-despertar".
Cruzar tres canales y darse cuenta que estamos fuera, que hay mucho más que cemento y autos cruzando el río, sólo a unos pasos de distancia. Se respira otro aire, olor a eucalipto. Las cotorras se disponen en sus nidos sobre los arboles añejos que se extienden como gigantes sobre nosotros. Las aves más pequeñas, paradas en las puntas más altas, se espantan y ofrecen un espectáculo de libertad.
Cruzar tres canales y darse cuenta que estamos fuera, que hay mucho más que cemento y autos cruzando el río, sólo a unos pasos de distancia. Se respira otro aire, olor a eucalipto. Las cotorras se disponen en sus nidos sobre los arboles añejos que se extienden como gigantes sobre nosotros. Las aves más pequeñas, paradas en las puntas más altas, se espantan y ofrecen un espectáculo de libertad.
Permanecemos dos días y una noche en contacto íntimo con la naturaleza. No nos proveemos de la pesca, pero la utilizamos como método de esparcimiento. Sorprendentemente varias especies se conjugan y quieren mostrarnos un poquito de sí. Mojarritas, un bagre, un doradito y hasta una vieja del agua fueron atrapadas por su boca, observadas durante un rato por cuatro pares de ojos curiosos y, finalmente, devueltas al agua para seguir su curso.
Es increíble como uno se acostumbra a los lugares y agudiza sus sentidos respecto del contexto en donde se desarrolla la acción. Podría quedarme viviendo en un lugar cómo éste sin ningún lugar a dudas, donde lo único que se escuche de noche sea el ruido de los grillos y los sapos. Donde las estrellas se muestren en su gran inmensidad y no tengan miedo de que su belleza sea envidiada. Donde el tiempo no es lo importante, porque no necesitamos medirlo. Porque no hay apuro por llegar o por terminar alguna cosa, porque lo único importante es ese ahora mágico y tan efímero a la vez.
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